Renunciar al duelo
Vol. 27 La felicidad perpetua es el camino más fácil, pero no el más divertido
Llevo días escuchando “We’re Good” en bucle.
Dua Lipa ha demostrado que, además de estar buenísima y rebosar carisma, como la diva british que es, puede marcarse todo el rato temazos con letras increíbles. Y este también lo es. La primera vez que lo escuché me quedé loca, pero luego lo volví a hacer y, como siempre me pasa para desgracia de quienes me aturan (como diríamos en Galicia), llegó el bucle infinito. Ya cuando iba por la vigésima cuarta escucha, me di cuenta de que en la letra decía algo de cocaine y la busqué entera en Google para allí encontrarme sin quererlo con el signo de los tiempos.
No need to hide it/Go get what you want/This won’t be a burden if we both don’t hold a grudge/I think it’s pretty plain and simple/We gave it all we could/It’s time I wave goodnight from the window/Let’s end this like we should and say we’re good
Aquella obsesión por estar okay, por pasar página, me resulta familiar. No por mí, soy bastante dramática, más bien por lo que intuyo y me comentan de otras relaciones más o menos importantes en las que el único precepto es que no haya drama. Al mismo tiempo, contamos cada cosa que hacemos (por muy estúpida que sea), pero también nuestros problemas inmediatos en un feed en donde está nuestro jefe y nuestro ex, y nos calificamos a nosotras mismas, de manera autocomplaciente, como drama queens.
Como era de esperar, esos dramas no son los verdaderos dramas. Esos, se esconden o se pasan por alto, que a fin de cuentas es lo mismo. Y si decidimos no hacerlo, si decidimos transitar el duelo, entonces, beware, porque nos mirarán como si fuésemos dignas de lástima o, algo peor, una carga. No hay lugar para la angustia, el llanto y la rabia en el mundo pospandémico (y tampoco lo había antes).
Sin embargo, las psicoterapeutas no se cansan de repetir que esa fase es necesaria, que solo entonces aprendemos cosas; que, en cierto modo, caminamos hacia algo nuevo. Claro que a nadie le gusta estar triste, aunque en ocasiones la tristeza es placentera (quizás porque sentimos en nuestras carnes que estamos mudando la piel), pero la felicidad perpetua no es buena per se.
Elizabeth Moss, en pleno duelo, pero también en la mierda. Queen of Earth (2015).
Es un síntoma de nuestro tiempo, que también está presente en éxitos televisivos como La isla de las tentaciones. El reality ha vuelto a ser líder de audiencia en su tercera edición y a Antena 3 no se le ha ocurrido mejor idea que replicarlo, sin pena ni gloria. La periodista Ainhoa Marzol en este artículo publicado en Rockdelux analiza el papel tan importante de la música en esta ficción; pero además nos recuerda que ahora ya nadie llora en su habitación con la cabeza contra el cojín escuchando a Enrique Iglesias. Y esto tiene un motivo.
“Enfatizar momentos “emotivos, románticos o dolorosos” no es tarea fácil en una actualidad en la que el mainstream está inundado del nihilismo típico del trap o el xanax-pop de Billie Eilish; en el que los desamores se gestionan con haloperidol y no llorando durante cuatro meses seguidos. Lo cursi lleva años sin tener espacio en el Top 100 nacional. Ahora los vestigios de una música más emocional se han quedado en artistas con fandoms potentes como Taylor Swift […]”. O lo que es lo mismo: somos un torrente de personas decididas a eliminar el dolor de nuestras vidas. Pero la incomodidad se hace aun más patente cuando acudimos a terapia y no conseguimos enfrentarnos a todas esas mierdas que nos han llevado hasta allí y debemos salir por puerta.
Esta eliminación del lloro tan de chica y tan presente en mi etapa prepúber, en donde escuchar baladas románticas y sentir que te morías también formaba parte del disfrute (y del imaginario pop de películas y libros que esperaban a ser devorados); este nuevo comportamiento, que casi parece antagónico, escondería la incapacidad para enfrentarnos al drama real.
Lara Flynn Boyle también bien jodida al enterarse de que Laura ha muerto.
Una manera de vivir, la del mirar hacia delante de manera incontrolada, reemplazando amores, amigos, whatever, en cuestion de horas, que contrasta con la búsqueda de una serenidad que solo aparece cuando asumimos que hay épocas en donde hay que dejar la euforia aparcada. Pero estamos enganchadas al subidón y por eso no podemos rechazar la siguiente dosis (aunque cada vez suba menos). Sin embargo, estos deseos, que no son necesidades, son pan para hoy y hambre para mañana, y a veces ni eso. En resumen: que “hay deseos a los que habrá que decirles que no”. No lo digo yo, lo dice Ana Távora.
La buena noticia, porque la hay, es que al final del camino nos espera un campo más verde y más espeso, pero sobre todo, más fértil. Y durante el proceso habremos conocido esa otra parte de nosotras que quizás llevaba escondida años o toda la vida; un nuevo yo con deseos y preocupaciones distintas a las de antes. Porque el miedo a sufrir da menos miedo cuando decides escucharlo.
℗ 2021 Elefant Records