No todo vale en el feminismo
Vol. 53 ¿Nos hemos pasado de posmos? ¿Hemos olvidado todo lo conseguido hasta ahora?
Hasta no hace tanto, la imagen que tenía el mundo de las feministas se parecía a la que aún conservan las bolleras. Todavía recuerdo las caras de aquella gente cuando yo decía bien alto y buscando molestar que era feminista. Pero todo aquello quedó atrás; al menos, se resignificó, y la hegemonía del discurso feminista ahora resulta innegable: está presente en los medios de comunicación y en las conversaciones habituales de los grupos de amigos. Los que critican a las mujeres o se significan como machistas lo hacen en reductos, conscientes de que ya no pertenecen al sector dominante.
Aun así, la violencia hacia las mujeres sigue estando muy presente. Y también los tíos que se llaman a sí mismos feministas la ejercen. El sistema además sigue perpetuando dinámicas que resultan muy problemáticas (y violentas) para todas, pero el discurso público ya no es el mismo que hace una década. Recordemos que en 2007 los paparazzi retrataron a Britney perdiendo los nervios y dispuesta a atacarlos con un paraguas verde que después salió a subasta.
Los primeros años del nuevo milenio supusieron un retroceso en cuanto a igualdad entre hombres y mujeres. Tras la tercera ola de feminismo, tocaba degradar con más fuerza que nunca a las celebridades, como una manera de contarle al resto de mujeres del mundo que, si no te portabas bien, te llamarían puta, loca, desequilibrada, neurótica, fea… you know!
Aquellos años fueron un infierno para las adolescentes. Eran los años del Cuore señalando las supuestas imperfecciones de las famosas, pero también los años del slut shaming en los institutos, o de la ridiculización de las rubias o de las morenas, o de las tontas o de las listas, o de todas nosotras en conjunto. Pero tras más de una década de violencia continua, la historia dio un giro (todo vuelve, ya se sabe) y el feminismo llegó a las camisetas de H&M y también a Beyoncé.
Se debatió si aquello era bueno para nosotras, si el feminismo también podía ser neoliberal, y se decidió que sí. Estábamos consiguiendo liderar el discurso, las influencers explicaban en sus stories que feminismo era igualdad, la frase ni feminismo ni machismo empezó a ridiculizarse públicamente, aquellas personas con las que yo había discutido no hacía tanto de repente me daban la razón. Había dejado de ser la radical.
Y entonces nos relajamos y empezamos a abrazar todas aquellas cosas que nos gustaban y nos hacían sentir bien: Reese Witherspoon en Una rubia muy legal, las Spice Girls; por supuesto, los colores pastel, las totes con consignas feministas y los bustos de pechos en donde colocábamos flores. Y entonces llegó el autocuidado y las rutinas faciales y las uñas… Y ya no pasaba nada por pasarse horas maquillándose; de hecho, resultaba liberador y artístico poder hacerlo (spoiler: los heteros prefieren a las chicas sin maquillaje, ja ja), y nos moríamos por los zapatos de plataforma y las faldas súper cortas, y nos reapropiamos de las palabras zorrón y puta. Y empezamos a follar tanto como ellos, con ese mismo pasotismo y esa misma desidia, disfrutando a veces y otras no tanto.
Nuestro deseo llegó al mainstream de la mano de Anastasia Steele y aunque éramos feministas hicimos bodas y tuvimos hijos, y además trabajamos y quedamos con amigas, y luego llegamos a casa y pusimos lavadoras y preparamos tartar. Pero, ¿realmente todo vale si nos hace sentir bien?
La filósofa Ana de Miguel le contó a Begoña Gómez Urzaiz en este artículo que no cualquier cosa que escoja una mujer tiene por qué ser feminista. “A una mujer le puede empoderar abrir una empresa y dedicarse a explotar a otras mujeres. ¿Eso es feminista? Hoy hemos llegado a la tontería de decir que todo lo que una mujer decida libremente o le empodere ya es liberador, pero ese planteamiento no resiste el mínimo análisis intelectual”.
Esta teoría ha llegado también a las operaciones de cirugía estética. Si te acompleja tu nariz, ¿por qué no modificarla? ¿Por qué no vivir en los filtros de Instagram si así nos vemos más guapas? Durante un tiempo, esta aproximación al angst adolescente me convenció (al menos, a medias; al menos, por momentos), pero ahora pienso que la solución pasa por aprender a cambiar el ojo, para gustarnos cada vez más, y después si queremos, ponernos hasta arriba de sombras y de lipsticks, eso por supuesto.
Deberíamos hacer el esfuerzo de luchar contra eso que nos llevan diciendo desde que somos pequeñas. Pero también deberíamos permitirnos ser vagas porque luchar contra lo establecido agota y es una carga más. Y bastante tenemos ya con levantarnos y trabajar ocho (o más) horas al día. Por suerte, existe Zendaya luciendo acné en Euphoria, y existen las fotos sin modificar, y existen nuestras amigas, también las de internet, que hablan sobre todo esto y lo cuestionan.
Creo que está bien dejarse llevar, no siempre hay que estar cuestionándose todo. Es agotador. Pero también creo que deberíamos tener siempre en mente cuáles han sido las conquistas del feminismo y no dar nunca un paso atrás. El autocuidado, si existe, no debería tener que ver con ponerse cremas caras. Que Cassie se levante a las 5 de la mañana para arreglarse e ir al instituto guapísima es problemático, aunque ella lo necesite para aliviar su ansiedad. Que las CEO de corporaciones se declaren como feministas también lo es. Y así, podríamos seguir hasta el infinito. Con todo, no quiero decir que no podamos caer en contradicciones, pero sí que deberíamos quitarnos las culpas y tratar de ser más felices. Para eso se inventó el feminismo, ¿no?
Y para bailar canciones como estas. Enjoy! <3
Increíble el post! Te hace reflexionar sobre muchos de los supuestos que damos por hechos y sobre nuestra forma de comportamiento. Felicidades!!
Despentes V. decía que empoderarse es jugar a un juego en el que se satisface a los hombres ( contando empoderamiento como por ej: llevar tacones, x ropa, montar un onlyfans o forma similar de vender tu cuerpo y dinámicas similares...) ; Yo siempre he pensado que es mejor la palabra emancipación...