Letizia, o la trampa de creernos chicas duras (de pelar)
Vol. 70 Poco importa que nos hagamos las fuertes; siempre tendremos las de perder. Let's face it, girls!
Saluda como un hombre; camina con tacones altísimos y sin medias, a pesar de su metatarsalgia crónica y del frío que hace en invierno en el pazo de Fonseca; sabe qué decir en cada momento; mide los afectos y las bromas; se ha convertido en la mayor influencer de este país llamado España; tiene clase; en la intimidad disfruta con el cine de Carlos Vermut y se cuela en los conciertos de Los Planetas. Se levanta al alba para hacer tríceps; ignoró durante años las ofensas clasistas de Palacio, e hizo caso omiso cuando paseando por aquellas estancias se atrevió a preguntar dónde estaba el servicio y le contestaron “el cuarto de baño a la derecha, el servicio a la izquierda”. Y entre tanto se las ingenió para conquistar al heredero de la corona, al príncipe alto y esbelto; muy pronto convertido en rey. Gracias a ella, decían, la realeza se había modernizado; gracias a ella, decían, sus hijas serían herederas cultas y modernas; alejadas, por cierto, de los aires macarras de Levi’s y plumas de Pedro Gómez de sus primos con los que nunca se las ve.
Pero el cuento de hadas nunca tiene un final feliz. Los happy endings no son para las chicas feministas. Tampoco en las películas de Disney: el carruaje se convierte en calabaza y el vestido de princesa de nuevo en un traje de jirones que bien podría haber firmado Pepa Salazar. Pero chao choker y chao tiara; al menos, por unos momentos. ¿Y quién no quiere darle de vez en cuando un poquito al kinderwhore?
Y resulta que ahora los mentideros aseguran que hay problemas en Palacio. Que ha habido portazos, gritos y días sin hablarse entre los reyes por el futuro de su hija, la princesa Leonor, que ya ha empezado su formación militar. Parece que Letizia hubiese preferido que la joven hubiese ido primero a la universidad, pero Felipe poco dado a levantar la voz, según Pilar Eyre, se puso serio. Y Letizia tuvo “que apretar los puños y ceder porque veía, no solo en peligro a la monarquía, sino su propio matrimonio”.
Para colmo, existe un acuerdo prematrimonial que dicta que, si los reyes se divorcian, las adolescentes se quedan con su padre. O lo que es lo mismo, todo ese supuesto poder de Letizia es pura fantasía; incluso marketing que beneficia a todas las partes. Todas nos sentimos mejor si pensamos que es ella la que manda; que existen mujeres que haciéndose “los tíos” dominan el cotarro. Que hay salida. Como esa leyenda urbana que asegura que algunos lugares recónditos del mundo se rigen por el matriarcado.
Yo, personalmente, siempre me he pertrechado de vulnerabilidad y sensibilidad, renunciando a jugar un partido con claras secuelas que además estamos condenadas a perder. Nunca he querido ser dura, ni fuerte, y mucho menos poderosa. Pero no soy perfecta y, a veces, quizás por pura supervivencia, he pensado que podría salir ganando o, al menos, no salir perdiendo. Pero como decía más arriba, no hay happy endings para las feministas, por muchas camisetas con proclamas que se impriman o puños en alto que se reproduzcan. Las mujeres tenemos siempre las de perder. Es una verdad incómoda, pero luminosa.
Lo que nunca nos podrán quitar es nuestra valentía y las ganas de vivir sin miedo y sin pedir disculpas. Y eso es quizás más poderoso que el propio poder (masculino).
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Me ha encantado!!!