Las amigas
Vol. 58 PensĂ© que durante semanas podrĂa evocar aquellos momentos y aquellas sensaciones, que me llenarĂan la barrita de energĂa cuando mĂĄs lo necesitase
El dĂa que conocĂ a RubĂ©n, acababa de llegar a Madrid y trabajaba como becaria de nueve a dos. El resto del dĂa podĂa dedicarlo a lo que quisiera. TenĂa tiempo de sobra para hacer lo que desease sabiendo ademĂĄs que habĂa cumplido con mi parte del trato de ciudadana ordenada. AsĂ que cuando no estaba en la redacciĂłn, dormĂa siestas, chateaba durante horas e iba al Starbucks a leer. Recuerdo haber tenido entre manos un libro de poemas de Piedad Bonnett que me habĂa dejado una compañera. Entonces yo tenĂa el descanso mental y la serenidad necesarias para enfrentarme a cada una de sus frases con calma.
PodrĂa haber dedicado mis horas libres (que eran muchas) a quedar con gente, a hacer amigos. Pero por fin podĂa hacer lo que querĂa en una ciudad nueva y en la que nadie me conocĂa, sin el peso del vacĂo, de no saber hacia dĂłnde ir, asĂ que no lo iba a tirar por la borda.
Esperaba a que viniese mi novio (cada veinte dĂas) a verme y el fin de semana me esforzaba por hacer planes con gente. Iba a los cines Renoir a las cuatro de la tarde con señoras intelectuales que tambiĂ©n podĂan hacerlo. AllĂ, en la oscuridad de mi soledad, veĂa pelĂculas como Still the Water o 10.000 km. Lo recuerdo porque llorĂ© con ellas y llorĂ© con el placer que da saberse escuchada, apelada.
Still the Water, de Naomi Kawase.
El dĂa que conocĂ a RubĂ©n no estaba sedienta de charlas ni de nuevas conexiones pero, cuando nos vimos, ya no pudimos separarnos. Estuvimos juntos ocho horas. Nos habĂamos conocido por Facebook despuĂ©s de que Ă©l me escribiese para decirme que le gustaba mi fanzine. Empezamos bebiendo unas cañas en un bar de comida china, despuĂ©s fuimos a su casa, y allĂ comimos y pasamos la tarde.
Como veĂa que el cielo se oscurecĂa, cada poco le sugerĂa a mi nuevo amigo que quizĂĄs deberĂa irme, pero el propĂłsito se quedaba en nada. Ninguno querĂa que aquello acabase: hablĂĄbamos de literatura, de polĂtica, de todo aquello que nos preocupaba en aquel momento; todo pasado por el filtro de la intelectualidad posmoderna, como ahora.
Hoy, escribo esta carta aĂșn recuperĂĄndome del viaje relĂĄmpago que nos llevĂł a Nacho y a mĂ de vuelta a A Coruña, en donde me encontrĂ© con mis amigos. Laura vive en la ciudad, pero Marta y MatĂas llegaron en tren para vernos a todos.
Quedamos para beber vermouth en una placita en la que tocaba Allova, una chica rusa que hace trip-hop. Y mientras bebĂamos y hablĂĄbamos, Laura nos contĂł que el señor que daba nombre al lugar, JosĂ© Sellier, habĂa sido un fotĂłgrafo francĂ©s que a finales del s.XIX habĂa organizado la primera exhibiciĂłn cinematogrĂĄfica en la ciudad que lo habĂa acogido.
DespuĂ©s de comer, me fui al hotel. Me cuesta renunciar a la siesta, aunque estĂ© con gente a la que adoro. AdemĂĄs, me habĂa mojado un calcetĂn y tenĂa miedo de enfriarme, tan endeble soy. Me quedĂ© dormida al instante y puse el despertador para que sonase cuarenta minutos despuĂ©s, pero estuve un buen rato posponiĂ©ndolo. CogĂ el mĂłvil y me fui andando hasta la terraza en la que estaban todos, incluida Duna, la hija de Laura, que solo tiene tres años.
Paseamos, tomamos mĂĄs vinos y mĂĄs cervezas, y despuĂ©s fuimos a cenar. Laura y yo bailamos Get Me Away From Here, Iâm Dying, de Belle & Sebastian, agarradas, y ella nos dijo que seguramente la letra hablaba del fin de la humanidad. Minutos antes, se habĂa emocionado al hablar de lo que habĂamos hecho todos con el planeta.
La noche era maravillosa y era consciente de que aquello no se iba a repetir, pero debĂa irme. Estaba muerta de cansancio y pocas horas despuĂ©s tendrĂa que levantarme, pero me esforcĂ© y seguĂ. Fuimos a un bar en el que es posible desayunar, tomar el tĂ© de las cinco y bailar hasta el cierre, como hicimos nosotras. La chica que pinchaba era amiga de MatĂas, echamos muchĂsimo de menos a Marta que ya se habĂa ido, y nos abrazamos los cuatro prometiĂ©ndonos amor infinito.
Esa felicidad, les dije, solo me la daba la amistad. Durante aquel dĂa, no habĂa nada en el mundo que desease mĂĄs que estar allĂ, con ellos. Ninguna pelĂcula, ningĂșn libro, ninguna siesta. SabĂa que el amor era recĂproco y lo podĂa tocar; sabĂa que entendĂan cada palabra que decĂa, cada broma, cada gesto. CoincidĂamos en nuestra manera de actuar, a pesar de tener trabajos distintos y pantalones distintos y casas distintas. PensĂ© que durante semanas podrĂa evocar aquellos momentos y que aquellas sensaciones me llenarĂan la barrita de energĂa cuando mĂĄs lo necesitase.
Y quizĂĄs eso ya valga la pena.
© 2022 Elefant Records
Inmejorable sobri!!!
OrgullosĂsima
Sana envidia de ese encuentro
Biquiños
QuĂ© preciosidad de carta. Se me ha quedado el corazĂłn calentito đ