La verdadera empatía consiste en aprender a comunicarse bien
Vol.55 Las chicas nos distinguimos en el arte de elegir las palabras adecuadas, de medir los silencios, de agradar siempre que sea posible 🤎
La empatía, esa palabra tan manoseada pero no por ello menos importante, es patrimonio de las mujeres. Lo escribo así, pero lo podría resumir de muchas otras maneras porque las opciones que tenemos para expresarnos son infinitas. Y aunque existen convenciones sociales y modas, las palabras que escogemos para hablar con la gente que nos rodea (sean personas queridas y cercanas o completos desconocidos) importan y tienen el poder de cambiar el mundo.
El lunes por la tarde, por cosas de la vida, acabé merendando en el Vips. Cuando me levanté para ir al baño, el camarero me señaló el lugar en el que se encontraba. Me dijo: “Está por ahí, guapa”. Ese guapa resonó en mi cabeza durante algunos minutos: me fui al baño sonriendo, aunque sabía que aquella era una manera de hablar y además yo llevaba mascarilla, así que era imposible que conociese mi grado de belleza.
wapa, wapa, wapa, tan guapa, ¿por qué estás tan guapa? 💖
Pero lo que me satisfizo fue el deseo de agradar de aquel hombre (y el de todas aquellas personas que usan expresiones de afecto cuando hablan y se dirigen a nosotras). Con 20 años, mi amiga Laura y yo decidimos que estaría bien recordarnos lo bien que nos lo habíamos pasado juntas cada vez que quedásemos.
Dicho así, parece algo forzado, pero en realidad era algo que ya nos salía de manera natural. Fue después de convertirlo en una rutina cuando nos dijimos que aquello era increíble y que teníamos que hacerlo siempre. De alguna manera, reconocíamos la importancia de ese cuidado, de ese afecto, de esa generosidad.
Hoy, ese cuidado forma parte de mi rutina. Me doy cuenta de que la forma en la que me comunico con mis amigas y con cualquier mujer con la que hablo en la vida real o en internet es siempre cuidadosísima. Nos explicamos por qué no nos hemos contestado antes (aunque somos conscientes de que no tenemos por qué estar siempre disponibles), nos preguntamos cómo estamos (de verdad), nos escuchamos, nos apoyamos, nos aconsejamos, nos leemos. En resumen, damos y recibimos amor.
El otro día, después de presentar Los años que no, el libro de Lidia Caro, Paula me dijo que se sentía drogada de amor. Yo estaba igual. Habíamos conocido a una escritora que nos flipaba, la habíamos presentado en una librería increíble, rodeadas de amigas, y después habíamos salido todas a celebrarlo en un bar cercano. Cuando me siento así, después de estar con amigas, o de admirar a otras mujeres, no necesito nada más. Supongo que eso es la sororidad, aunque odie un poco la palabra por manoseada hasta el infinito.
En Nunca, casi nunca, a veces, siempre (Eliza Hittman, 2020), la sororidad entre amigas es otro nivel.
Pero aquí llega el plot twist; en este caso, la parte no tan agradable de la historia: este superpoder solo nos pertenece a nosotras. La mayoría de los tíos (Not All Men) demuestran una irresponsabilidad constante en el plano afectivo-sexual: el mundo masculino se basa en dar las cosas por sentado, en la ausencia de comunicación. Vale, estoy generalizando, pero ya me entendéis.
A lo largo de nuestras vidas, mis amigas y yo nos hemos encontrado con problemas de red flags 🚩🚩🚩 que se podrían resumir en esto: una imposibilidad por parte de ellos de expresar emociones, de enfrentar situaciones, de escuchar los deseos de sus compañeras, de renunciar a sus privilegios, por supuesto. Tampoco abundan la sensibilidad ni los cuidados porque eso son “cosas de chicas”. Nosotras, si tenemos ganas y energía, podemos enseñarles nuestra técnica, pero nunca consiguen perfeccionarla como nosotras. Y es una lástima.
Con todo, no es lo mismo un hombre nacido en la década de los 70 que uno de la Generación Z. Los más jóvenes han aprendido gracias a las mujeres y a la pedagogía de internet, que saber comunicarse importa: escoger los silencios, saber cuándo preguntar y cómo hacerlo, dejar espacio, agradar siempre que sea posible, tener presente siempre al otro, expresar cómo nos sentimos, tratar de hacernos entender. Elegir las palabras justas y las correctas, y tener en cuenta todos los aspectos extralingüísticos que se dan en un contexto concreto, como la situación comunicativa o la relación que tengamos con la otra persona.
Quizás todo esto solo está en mi cabeza de filóloga, pero no lo creo. Bárbara Arena lo explica mejor: “Cuando un hombre y una mujer se ponen frente a frente, no son solo un hombre y una mujer; son un hombre y una mujer en un contexto cultural concreto”. Un contexto cultural que “ofrece al hombre las armas precisas para, si es su voluntad, someter”. Y estas armas pueden ser diversas, pero casi siempre tienen que ver con la comunicación.
Pero nosotras no queremos someter ni que nos sometan. Acabo con bell hooks y esta cita de su ensayo Todo sobre el amor: nuevas perspectivas (1999): “To love well is the task in all meaningful relationships, not just romantic bonds.” (Querer bien es nuestra responsabilidad en todas aquellas relaciones que nos importen, no solo en las románticas).
Hagámosle caso.
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