En defensa de la mediocridad
Vol. 44 El concepto de genio está muerto. No vivimos en el S.XIX con Goethe y compañía. En el 2021, ya nadie es un ser extraordinario, por suerte
En una carta a la directora, en el periódico El País, una madre escribía: “Mi hija quiere ser segundo violín. No primero ni solista, ella lo que quiere es tocar tranquila en un segundo plano, porque eso le hace feliz”. La confesión de esta mujer desde Inverness (Escocia) se hizo viral y a mí me cogió por sorpresa.
Desde adolescente (porque soy millennial; si fuese Gen Z, cambiaría adolescente por pequeña), he visto a programas como Operación triunfo divulgando un discurso inocente y neoliberal; uno que se basa en la individualidad naíf: eres especial, tú lo vales, eres un gran artista. Este tipo de programas que aún siguen en la parrilla televisiva no solo difunden un mensaje motivacional, que bebe del self-made man estadounidense, sino que además se arriesgan a hacernos creer que somos especiales y que tenemos la vida solucionada (como celebrities).
Todavía recuerdo la primera vez que escuché a una persona diciendo sin ruborizarse ‘Follow your dream’ y también la primera vez que vi la frase motivacional estampada en una tote bag. Corría el año 2013.
Pero la realidad es que hay muy pocas personas brillantes. Se nos pueden dar bien una o varias cosas e incluso destacar en ellas, pero eso no significa que seamos excepcionales. Y no pasa absolutamente nada. La idea del genio, que exploraron largo y tendido los integrantes del Romanticismo alemán, está completamente superada. El arte y la creación ya no son conceptos monolíticos; en la actualidad, todas las obras son híbridas (de manera directa o indirecta) y se componen de ingenio y trabajo a partes iguales.
Aun así, los más jóvenes siguen pensando que la genialidad está esperándoles a la vuelta de la esquina. Se convierten en influencers, sin miedo a nada ni a nadie, y buscan comerse el mundo. You only live once. Fake it till you make it. Ambas, expresiones que aluden a una manera determinada de enfrentarse a la vida, en la que a veces es necesario fingir para llegar a donde proceda. Hay una falta de pudor en esta manera de proceder, pero no podemos negar que también resulta liberador atreverse a hacer lo que nos da la gana.
Pero esta osadía esconde un reverso difícil: la culpabilidad cuando no se alcanzan los objetivos fijados. Jara Pérez, psicóloga y responsable de Therapy Web, escribió sobre la mediocridad en este artículo que se publicó en Vice. “(…) Hemos acabado por pensar que si no somos la hostia es porque no lo hemos intentado con la intensidad que merece la situación, que tenemos que concentrarnos para perseguir los objetivos que queremos en la vida”.
Por su parte, Marian Donner, en una entrevista que concedió a SModa, señaló que el mensaje está claro y resulta peligroso. “Si no eres exitoso es porque no quieres o porque no luchas lo suficiente”. Y en un mundo obsesionado con el “crecimiento, la eficiencia y el beneficio”, dice la escritora, conseguir el éxito, se convierte en el principal objetivo. La que tiene más likes, el que acumula más ligues de Tinder, a la que le pagan más las marcas, el que consigue un ascenso…
Donner insiste: “Siempre habrá alguien más guapo y exitoso que tú, no vas a ganar en ese sentido. Por ello, es importante tener presente que aquellos que triunfan son muy pocos, que son un grupo muy reducido”. Y que quizás soltar el lastre resulta, después de todo, lo más liberador. Quizás así, algún día, conseguiremos disfrutar de las cosas que nos gustan sin todo ese dolor que acarrea el sentimiento de fracaso, o el que experimentamos cuando nos comparamos o no conseguimos algo.
Porque a veces solo queremos ser el segundo violín, pero es probable que incluso por no querer ser el primero, por no querer ascender en el trabajo, por no querer tener más likes o más engagement, sintamos que estamos haciendo algo mal. O lo que es peor, que estamos haciendo algo malo. Es el momento de empezar a aceptar nuestras mediocridades y nuestras genialidades, que tendremos muchas. Eso seguro.
℗ 2021 Elefant Records