El afecto entre mujeres
Vol. 60 Así define la RAE en su primera acepción ese término tan manoseado que es la sororidad, aunque no por ello menos relevante en nuestras vidas (y en lo que afecta a nuestra felicidad)
Hay palabras que odiamos pronunciar porque su significado se ha devaluado o directamente tergiversado: la libertad nos remite a algo turbio, alejado de las acepciones que propone el diccionario de la Real Academia Española. Otras palabras como empoderamiento o sororidad resultan cursis y alejadas de nuestra manera de pensar nuestras vidas. Pero si miramos más allá de las camisetas con mensajes feministas (disponibles en un amplio rango de precios) y hacemos un ejercicio de vuelta a los orígenes, recordaremos que la sororidad como tal tiene un significado real, que trasciende los hashtags y las modas. Porque la amistad y el afecto entre mujeres siempre ha estado ahí, aunque con el paso de las décadas nos hayamos alejado de ellos en pos de una supuesta libertad. De nuevo, la palabrita.
Por suerte, la sororidad ha permanecido todo este tiempo agazapada a una distancia aceptable, esperando sin rechistar a que la volviésemos a incluir en nuestras rutinas de adultas; rutinas en las que a veces solo hay novios y ambientes de trabajo masculinizados. Pensaba en todo esto mientras veía Pan de limón con semillas de amapola, la última película de Benito Zambrano, que aunque me resultó demasiado azucarada, me hizo preguntarme por qué había una parte de regocijo en mí al verla.
La película está protagonizada por cinco mujeres que se acuerdan de otras mujeres de su pasado y que dan la bienvenida a una más. Como ocurre también en Todo sobre mi madre, los hombres dejan de ser importantes, si es que alguna vez lo fueron. La relación de afecto y amistad, y de solidaridad entre ellas consigue superar cualquier drama existencial, o al menos acompañarlo con caricias y empatía. En el caso de Pan de limón, también con una pizquita de comida.
Porque la cocina (o en su caso, la panadería) es el lugar en donde estas mujeres se dan amor y se confiesan. Tal y como recordaba María Arranz en su newsletter Mirror Maze, este sitio “tiene una serie de características particulares que la diferencian del resto de tareas, de ahí que no solo sea un ámbito de sometimiento, sino también un espacio a través del cual las mujeres se expresan, ejercen un cierto poder y se encuentran con otras mujeres”.
Mujeres como las de Comer, beber, amar, otra película sobre sororidad; en este caso, entre hermanas y dirigida una vez más por un hombre (Ang Lee), que nos recuerda que, cuando estamos entre nosotras, todo lo que nos pase resulta menos grave, más soportable. Y esta no es una emoción que se quede en los guiones o en lo abstracto: la he vivido en mis carnes en distintos momentos vitales. Quedar con amigas o trabajar con otras mujeres, como tengo la suerte de poder hacer, mejora mi vida, rellena mi barra de energía, me da fuerzas y también muchas ganas de levantarme de la cama.
En ocasiones, no es fácil, pero creo que debemos tratar de encontrar nuestros espacios de encuentro, aunque a veces sean tachados de cursis y muchos nos quieran hacer pensar que lo guay está del lado de los tíos. Que las películas de mujeres (o las series) son ñoñas y que si disfrutamos de ellas nos alejaremos un poquito más de esa amiga de los hombres que todas deberíamos querer ser. Que si nos vamos del concierto de Parquet Courts, como hice hace unos días en el Primavera Sound, quizá ya no volveremos a ser esa chica indie que sabe lo que es la verdadera música. Que ahora escucha a Dua Lipa y solo quiere hablar de moda con otras amigas, o de literatura, o de los libros escritos casi siempre por otras tías a las que admira. Que cuando se encuentra por casualidad con esos hombres, que todavía quedan, siente una desidia total; no como la que sentía antes, ni como la de hace una década cuando deseaba ser de su agrado, tratar de tener su favor y gustarles, aunque a mí ellos nunca me hayan gustado.
Cuando todo va mal, lo mejor es rodearse de otras mujeres y, cuando no, también. No hay nada mejor, os lo aseguro. Jurao como un G.
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